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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 
 

 

Santos y Beatos

DULCE NOMBRE DE MARÍA, Nª Sª de Fuensanta, de Lluc, de Estíbaliz, Guido cf, Albeo
 

 

5FRANCISCO MAQUEDA LÓPEZ (1914-1936)

Seminarista de la diócesis de Toledo. Tarsicio en Villacañas (Toledo). Fue abanderado.

Martirizado el 12 de septiembre         Fiesta: 6  noviembre       

 

        FRANCISCO MAQUEDA LÓPEZ era natural de Villacañas (Toledo) donde nació el 10 de octubre de 1914. Cuando estalla la Guerra, el joven, muy maduro a pesar de su juventud, ya había sido detenido por enseñar a los niños la doctrina cristiana. Francisco, desde su Primera Comunión, formó parte del grupo de tarsicios, era el abanderado. Pero el 11 de septiembre, fue detenido, nuevamente, y arrodillado a los pies de su madre, le dijo: Madre, déme la bendición, que me voy al cielo‖. Muy cerca de Dosbarrios, la mañana del 12 de septiembre, los milicianos le dijeron: ―Ahí está tu padre‖, días antes le habían matado a medio kilómetro de allí. Él les contestó: ―Os equivocáis, mi padre está en el cielo‖. ―¿Y aún estás alegre?‖. Imaginándose lo que todavía quedaba, les pidió por favor le permitieran ser el último para ayudar a morir bien a sus hermanos en Cristo.

 

5FORTUNATO ARIAS SÁNCHEZ (1892-1936)

Sacerdote diocesano. Director espiritual y adorador de la sección de Hellín (Albacete).

Martirizado el 12 de septiembre.      Fiesta: 6  noviembre       

 

          FORTUNATO ARIAS SÁNCHEZ nació en Almaciles (Granada). Se ordenó sacerdote en 1918 en Murcia. Estuvo como profesor y superior del seminario y en la parroquia de El Palmar entre 1926 y 1935. «Lo extraordinario de aquel hombre era su sonrisa, que daba un tono tal a toda su persona que era imposible no admirarlo», expresó Luján García, sacerdote palmareño que le sustituyó. Es trasladado a Hellín. «¡Qué parroquia tan grande para un cura tan pequeño!» diría. Meses después no quiso marcharse. Dijo que no abandonaría el rebaño que el señor le había encomendado.
          Escribe a su hermano en los últimos días: "Desde mi última carta las cosas han cambiado notablemente; y hoy sospecho con sobrada razón que me quedan pocas horas de vida. Perdono a todos los que sean o hayan de ser causantes, o cómplices de mi muerte. Perdonadlos vosotros también, como nos manda la ley cristiana, que profesamos. Que Dios acepte nuestros sacrificios y nuestra vida para que todos se conviertan y vivan... No recuerdo haber dado ocasión para que se me persiga; y me satisface pensar que la causa única de todo es mi carácter sacerdotal. Morir así es un verdadero y glorioso martirio".
          En la madrugada del día 12 de septiembre, unos milicianos le sacan de la prisión y en automóvil le conducen a las afueras de la ciudad, al lugar conocido como Cañada de los Pozos. Al bajar del coche preguntó a los milicianos cuál de ellos le iba a matar, y al que respondió que él, le entregó su reloj como recuerdo y le dijo: "sólo te pido que me dejes morir besando esta cruz. Puesto de rodillas besó el crucifijo, y lo estrechó contra su pecho, al tiempo que pronunció estas palabras: Que Dios os perdone, como os perdono yo. ¡Viva Cristo Rey!". Inmediatamente tres balas atravesaron sus sienes.