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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

Ejercicio del Vía Crucis
del Manual de la Adoración Nocturna Española

Ofrecimiento

        ¡Por mí amorosísimo Jesús, por mí habéis recorrido es camino doloroso! ¡Qué deuda inmensa de gratitud tengo con Vos! Por vuestro amor quiero recorrerlo yo, deseando ganar las indulgencias concedidas a este santo ejercicio. Os amo, Dios mío, y no volveré a seros ingrato.  

        Señor, pequé. Ten misericordia de mí.
        Bendita y alabada sea la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los Dolores de su Madre María Santísima.

 
                          Primera estación
                  Jesús condenado a muerte

        Adorámoste, Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
        ¡Vos, oh buen Jesús, condenado a muerte para que yo viva eternamente! Lágrimas, sangre, torturas, afrentas, dolores de mi Dios… he ahí el fruto de mis pecados.
        Señor, pequé…



                          Segunda estación
                   Jesús con la cruz a cuestas

        Adorámoste, Cristo...
        Mirándoos, Dios mío, bajo el peso de la cruz, jamás merecida, ¿cómo protestaré de la cruz que merecen mis pecados? Jesús pacientísimo, dadme el sufrir por Vos, que tanto habéis sufrido por mi.
        Señor, pequé…


                           Tercera estación
                    Jesús cae la primera vez

        Adorámoste, Cristo...
        ¡Piedad, Señor, y perdón para mi pobre alma, tantas veces caída en el abismo de la culpa! Jesús, oprimido, exangüe, se levanta del suelo. También yo me levantaré a nueva vida de gracia y fervor.
        Señor, pequé…


                           Cuarta estación
                  Encuentro de Jesús y María

        Adorámoste, Cristo...
        ¡Pobre Madre y pobre Hijo! La más cariñosa de las madres; el mejor de los hijos. El condenado a muerte… Ella…¡oh dolorosísimo encuentro!  ¡Malditos pecados míos, causa de tanta pena y angustia tanta!
        Señor, pequé…


                           Quinta estación
     El Cirineo ayuda a llevar la cruz al Redentor

        Adorámoste, Cristo...
        Señor, con vuestro siervo san Francisco “tanto es el bien que espero que toda pena me da consuelo”. Quiero ayudaros a llevar la cruz, soportando con resignación la que ponéis sobre mis hombros: quiero ser vuestro fidelísimo Cirineo.
        Señor, pequé…


                           Sexta estación
          La verónica limpia el divino rostro

        Adorámoste, Cristo...
        ¡Grabad, Señor, en mi alma la imagen de vuestro  santísimo rostro;  vuestros ojos para que los míos os contemplen eternamente; vuestros labios, para que eternamente os bendigan los míos. “Dios mío  y todas las cosas”
        Señor, pequé…


                          Séptima estación
                    Jesús cae la segunda vez

        Adorámoste, Cristo...
        Caéis, Dios mío, cruelmente abrumado bajo el peso de la cruz para que yo no caiga en el infierno, oprimido por mis pecados…¡Cómo me obliga tanto amor!  Jesús mío, os amo, os amo con toda mi alma. 
        Señor, pequé…


                           Octava estación
          Jesús consuela a las piadosas mujeres

        Adorámoste, Cristo...
        ¡Oh benignidad de mi Dios! Olvidáis vuestros acervísimos dolores para consolar a los extraños. Sed, buen Jesús, el lenitivo de mis penas y mi único consuelo, mientras lloro vuestra dolorosa Pasión.
        Señor, pequé…


                           Novena estación
                     Jesús cae la tercera vez

        Adorámoste, Cristo...
        Cae de nuevo Jesús, hasta pegar su boca al suelo. ¡Cuán caras pagáis, Señor, mis recaidas en el pecado! Ya que ansioso de morir por mí, os levantáis de la tierra, ansioso de vivir para vos, propongo no caer de nuevo en la culpa.
        Señor, pequé…


                           Décima estación
                  Los judíos desnudan a Jesús

        Adorámoste, Cristo...
        Lirio de pureza y esposo de las vírgenes, ¿desnudo Vos? Perdonad, Señor, la locura con que amé los regalos y deleites, causa de vuestros dolores.
        Señor, pequé…


                           Undécima estación
                      Jesús clavado en la cruz

        Adorámoste, Cristo...
        ¡Ay, que tantas veces como he extendido mis manos al pecado, otras tantas, os clave en la cruz, Señor!... ¡Ay, que cada paso mío en la maldad fue un nuevo clavo, Dios mío, que perforó vuestros pies!...
        Señor, pequé…


                          Duodécima estación
                        Jesús muere en la cruz

        Adorámoste, Cristo...
        “¿Por qué, Señor –os diré con el Serafín de Asís- estáis Vos en la cruz y no yo?” ¡Muerto afrentosamente por mí, por mí, en la cruz! ¡Oh amor, amor de Jesús, yo te juro amor eterno!
        Señor, pequé…


                         Decimotercera estación
         El cuerpo de Jesús en los brazos de María

         Adorámoste, Cristo...
        Afeado, descoyuntado y muerto el Hijo de Dios e Hijo de María, ¡que angustia la de la pobre Madre al recibirlo, así demudado, en su maternal regazo! Yo, yo, Madre, he sido la causa de vuestros dolores. Perdonad a este miserable hijo por amor de vuestro divino Hijo.
        Señor, pequé…


                        Decimocuarta estación
                 El cuerpo de Jesús en el sepulcro

        Adorámoste, Cristo...
¡Jesús, Jesús mío, misericordia! Ante este bendito sepulcro y a los pies de mi Madre dolorida, protesto  amor eterno a quienes tanto me han amado; prometo recordar diariamente tanto dolor y amor tanto, para bendeciros en la tierra y en el cielo. Amén
        Señor, pequé…

 

Indulgencia plenaria cada día si se reza recorriendo las estaciones legítimamente erigidas, con esta fórmula o con cualquiera que recuerde los pasos de la Pasión (Enchiridion Indulgentiarum, nº 63).

La Vigilia de la Adoración Nocturna es esencialmente una Vigilia de oración y adoración centrada en la Eucaristía, en nombre de toda la Iglesia. Nunca podrán faltar en nuestras vigilias: la oración personal y la oración litúrgica comunitaria que nos vincula a la Iglesia. 

La Liturgia de las Horas es la oración que la Iglesia, en unión con Jesucristo, su Cabeza, y por medio de Él, ofrece a Dios. Se llama de las horas porque se efectúa en los principales momentos de cada día, que así es santificado junto con la actividad de los hombres (Laudes al comenzar el día; Vísperas al caer la tarde, Completas al acostarse...).

El Oficio de Lectura, desde los primeros siglos de la Iglesia, era la oración nocturna de los monjes mientras los hombres descansan; la alabanza y la oración del Señor no debe interrumpirse ni durante la noche.