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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2007

 

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Abril


DICHOSOS LOS QUE LLORAN

    "Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt 5,5). "Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis" (Lc 6,21). ¿Quiénes son los que lloran? Cuando una persona llora, no es sólo por tristeza, por pena o por sentimientos melancólicos que se alojan en su interior, sino que algunas alegrías nos emocionan y también nos hacen llorar. El sufrimiento bien aceptado, aunque cueste de entrada, nos vuelve más humanos y más comprensivos, nos hace más tolerantes y nos educa para ver la otra cara de la realidad, muchas veces oculta desde la superficialidad, el ajetreo de la vida o las mil ocupaciones en las que uno puede estar embarcado. El sufrimiento y el dolor son dos voceros que nos despiertan de nuestros letargos y nos obligan a mirar en esa otra dirección.

    Los que lloran son aquellos que les duele una vida sin Dios. Que ven, con pena, cómo muchos arrastran un camino sin rumbo, sin dirección, centrados sólo en los valores de moda, en aquello que en ese momento se lleva y la gran mayoría aplaude. Ver a mucha gente desorientada, como "ovejas sin pastor" produce esa reacción psicológica de llanto. En.la actualidad abundan el hedonismo, el consumismo, la permisividad, el relativismo… hilvanados por el materialismo. Un ser humano que teniéndolo casi todo no puede ser feliz, porque le falta aquellos ingredientes que le hacen valioso, valiente, arriesgado, generoso, dispuesto siempre a ayudar a los más cercanos.

    "¡Ay de vosotros los que ahora reís!", es decir, los que viven una especie de gozo superficial, despreocupados de cualquier empresa grande humana, que les eleve por encima de lo puramente material. "Hay muchos que se conducen como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición; tienen por dios a su vientre y ponen su gloria en lo que es su vergüenza. Estos no aprecian sino las cosas terrenas" (Flp 3, 18-19). Porque ésa es una alegría vana, hueca, sin futuro, con poca proyección hacia lo que debe ser la condición humana en su grandeza y misterio.

    En el caso del rico Epulón destacan las dos facetas de la alegría y la tristeza. La alegría de este personaje es una risa sin fundamento, ha puesto su corazón en cosas que brillan, pero que a la larga no llenan. Por eso, el único que puede reírse de verdad es el cristiano, ya que tiene argumentos que razonan y vertebran su recorrido.

    Hay otros que lloran, pero luego reirán: son los que tienen capacidad para sentirse culpables y rectificar. Arrepentirse y volver al buen camino. Llorar y lamentarse por los propios fallos debe conducir a cambiar, a intentar seguir el ejemplo y el modelo que nos ofrece Jesús en las páginas del Evangelio. Por ahí se reconquista la verdadera alegría que conduce a la paz interior.

    La auténtica alegría es aquella que rezuma optimismo, satisfacción, ánimo y regocijo, invita a la celebración y está inclinada a abrirse a la comunicación. La alegría enriquece interiormente, muestra un panorama futuro amplio y proporciona a la existencia en esos momentos su auténtico sentido. Por la alegría, la vida merece la pena a pesar de todo. Entonces el pasado cobra un relieve comprensivo; el futuro se ve con confianza, y se espera de él todo lo bueno que puede traernos. Entendida así la alegría reafirma a la persona como biografía y encaja las tres instancias temporales ―pasado, presente y futuro― en un bloque, en un armazón que tiene un fundamento y una dirección precisa, a pesar de los vaivenes de la existencia.

En la alegría hay algo que se ha conseguido o que se espera alcanzar. La alegría auténtica es producto y consecuencia del esfuerzo. Una alegría importante es la que se deriva del trabajo bien hecho. Sólo una vida con un trabajo lleno de sentido hace al hombre alegre. La alegría está más ligada al dar que al recibir. Cuando se invierte esta dirección es frecuente que la tristeza, la melancolía y la desilusión ronden las fortificaciones de la personalidad.

Cuestionario

  1. ¿Soy o me muestro generalmente alegre o triste? ¿Dónde he puesto la verdadera alegría, en el dar o en el recibir?
  2. ¿Trato de comunicar mi alegría a los demás, sobre todo por "contagio". ¿Comunico mi alegría, sobre todo, después de las noches ante Jesús Sacramentado?