Adoración y Salmos
Una parte esencial de nuestras vigilias de Adoración es orar con los Salmos. Trelles fue pionero a la hora de hacer partícipes a los laicos del tesoro del Oficio Divino. En las vigilias de Adoración es frecuente que se recen las Vísperas, así como el Oficio de Lectura, y en ocasiones las Completas o los Laudes para finalizar. Esto no es porque sí. La Iglesia aprecia la oración de los Salmos porque con ellos su utilizan las mismas palabras que Dios inspiró para darle gloria y alabanza. También Trelles apreciaba el gran rico tesoro espiritual que contenía el orar con los salmos delante del Soberano Señor Sacramentado:
Al Rey de estos imperios, al Monarca de estas regiones deliciosas en que el Señor mora y permanece por su gracia, y. en que hace morada : al gran Emperador de todos estos reinos en que es regla el orden más perfecto de los hijos de Dios, invocamos y pagamos pleito-homenaje los cristianos en el Invitatorio, descubriéndole con la mirada de la fé, bajo el solio de las especies, en el Santísimo Sacramento del altar, y cantando sus alabanzas después de la recitación del Oficio divino que se inaugura con esta triunfal invocación, que forma la delicia de los que saborean y gustan con espiritual contentamiento el tesoro que encierran los bellísimos salmos de David contenidos en el Oficio divino del Sacramento augusto. Disponerse así por este canto, que es como la divisa del adorador nocturno, su entendimiento para penetrar los arcanos de la salmodia eucarística, y el corazón para desarrollar el amor de Dios en el santo ejercicio y disponerse a comulgar en la aurora que sigue. (LS T. X, p.418)
Al usar las bellas composiciones del inspirado Rey David, vamos configurando nuestro corazón "según el corazón de Dios". Igual que el Rey, nosotros, pueblo de reyes y asamblea santa, intercedemos por toda la humanidad a la vez que nos unimos en confianza cordial y gozosa en el único Rey y Señor. Pedimos por todo el pueblo, por las generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y sus necesidades diarias, para que todas las naciones sepan que Dios es el único Dios y que el corazón del pueblo le pertenece por entero a Él. Los salmos contienen expresiones de súplica, de desaliento en la dificultad, de gozo en la alegría, de temor ante las adversidades, de esperanza en la ayuda del Cielo. Toda nuestra vida espiritual está ahí reflejada. Y aún más, está profetizada y como "prefigurada" la misma oración de Jesús. No hemos de olvidar que Jesús como buen judío también oraba con los Salmos. Usamos las mismas palabras que nuestro Salvador, pero además las entendemos en plenitud, porque Jesús cumple lo anunciado en los Salmos. Trelles gustaba en especial de los salmos que él llamaba "eucarísticos", donde veía anunciado el gran regalo de la Eucaristía o donde se enseña cómo recibir y sacar fruto de esta presencia misteriosa de Dios en medio de su pueblo.
Así dice el Catecismo:
Los Salmos alimentan y expresan la oración del pueblo de Dios como asamblea, con ocasión de las grandes fiestas en Jerusalén y los sábados en las sinagogas. Esta oración es indisociablemente individual y comunitaria; concierne a los que oran y a todos los hombres; brota de la Tierra santa y de las comunidades de la Diáspora, pero abarca a toda la creación; recuerda los acontecimientos salvadores del pasado y se extiende hasta la consumación de la historia; hace memoria de las promesas de Dios ya realizadas y espera al Mesías que les dará cumplimiento definitivo. Los Salmos, recitados por Cristo en su oración y que en Él encuentran su cumplimiento, continúan siendo esenciales en la oración de su Iglesia (CEC 2586)
Con este espíritu hemos de rezar la salmodia en nuestras vigilias. De manera pausada y digna, con devoción personal y con fervor por la comunidad. A través de la oración de los salmos acudimos al pasado para traer al corazón las grandes gestas de la historia de la salvación de Dios y también hacemos acto de esperanza en el futuro, cuando todos los bienes prometidos puedan llegar a cumplirse. El hecho de que podamos rezar los salmos como parte del Cuerpo místico de Cristo nos asegura que nuestra oración es verdaderamente eficaz, no sólo un simple recuerdo o un deseo vano, sino una memoria transformadora y una promesa que se ha de cumplir. Nuestra oración en la noche a través de los salmos llega a toda la Iglesia y a toda la Humanidad.
La misma Escritura nos anima en incontables ocasiones a que realicemos este tipo de oración vocal:
"Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo." (Ef 5,19-20)
No es otra nuestra tarea en el tiempo en la noche de la Adoración. Cuando oramos conjuntamente tomamos los salmos de la Escritura, los himnos de la Tradición y otros cánticos inspirados de los Profetas para dar gracias al Padre a través de Cristo presente ante nosotros.
De alguna manera, no hacemos sino acompañar a Jesús en la Eucaristía que está orando continuamente por nosotros, nos unimos a su oración y nos dejamos enseñar por Él. La Escritura nos enseña cómo el misterio de la Eucaristía está íntimamente ligado a este tipo de oración. Cuando tras la Misa rezamos el Oficio, imitamos a Jesús en la Última Cena:
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.» Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos (Mt 26, 26-30)
De hecho, en el mismo momento de la Cruz, cuando Cristo ofrece el Sacrificio supremo al Padre, cita y reza el Salmo 22 Dios mío, Dios mío… que es verdaderamente profético y se va a cumplir más allá de lo humanamente esperable.
Todos los santos han tenido este aprecio a la oración de los salmos. Algunos de ellos han compuesto bellos comentarios y meditaciones. Quizá san Ambrosio brilla entre todos:
«¿Qué cosa hay más agradable que un Salmo? Como dice bellamente el mismo David: “Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa”. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe (San Ambrosio, Enarrationes in Psalmos, 1, 9).
¿Rezas con los salmos con frecuencia? ¿Cuál es tu favorito? ¿Conoces el salmo 22? ¿por qué es tan apropiado para el momento del sacrificio de la Cruz? ¿Sueles releer los salmos meditándolos para sacarles todo el jugo? ¿Puedes compartir alguna idea al respecto?