Adoración y Silencio
SILENCIO ANTE EL REY
Un mes más somos convocados a nuestra Vigilia de Adoración Nocturna, a nuestra presencia silenciosa ante el Señor Sacramentado. En nuestro mundo ruidoso ¡qué fuerza tiene el silencio orante de la noche! Es una parte esencial de nuestras vigilias, desde los tiempos de su fundador Luis de Trelles, un largo rato de silencio contemplativo ante la Eucaristía. Después de asistir al Santo Sacrificio, después de orar con los Salmos, hagamos silencio y pidamos al Señor nos dé un silencio profundo y contemplativo.
El silencio mismo es la primera de las alabanzas. El alma, sintiendo la impotencia de expresar con palabras su gratitud, ó de encontrar términos para hacer comprender lo que experimenta renuncia a hablar a su divino Jesús; se contenta con mantenerse recogida y atenta en su presencia. María Magdalena era feliz a los pies de su Salvador; nada le decía con los labios. pero su corazón era como una flor expuesta a los rayos del sol; recibía la dulce influencia de la luz y del calor y, como la flor, daba su perfume de humilde y dulce alegría. Así el alma se mantiene en presencia del divino huésped en una especie de recogimiento pasivo para recibir los rayos del Sol de justicia. (LS, T.I 263)
No sin razón el Catecismo nos dice que nuestros templos deben ser espacios que inviten "al recogimiento y a la oración silenciosa", pues sólo entrando en el propio interior por la oración podemos prolongar e interiorizar la gran plegaria de la Eucaristía. Eso mismo deben ser nuestras vigilias, y hemos de intentar guardar un silencio respetuoso y recogido. Un silencio orante.
La contemplación es silencio, este “símbolo del mundo venidero” o “amor silencioso” Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre “exterior”, el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la oración de Jesús. (CEC 2717)
El Magisterio nos enseña que el silencio es condición esencial para la contemplación. Hay que recoger el corazón, con la ayuda del Espíritu Santo. Poner nuestro entendimiento, voluntad, memoria, afectos y sentidos todos centrados en Jesús, "para entrar en su presencia". Dejar que se caigan nuestras máscaras y dejar que fluya un diálogo "de corazón a Corazón" como decía San Juan Newman. Es un diálogo sin palabras, de amor y de silencios.
En el silencio sucedieron las mayores maravillas de la salvación. En el silencio de la noche María dio a luz al Hijo de Dios en carne humana. En el silencio de la noche también resucitó el cuerpo de Jesús en el sepulcro. "La noche es tiempo de salvación" dice un himno, porque en el silencio actúa Dios. Este silencio es un verdadero don, una gracia, es más profundo que el silencio puramente "material", pero sin este no se llega a aquel. Y a la vez en el silencio interior se puede llegar a la comunión, a la adoración.
Cuando Luis de Trelles pone como lema de nuestra revista aquel "fugit, tacet, quiescat" es decir "huye" (del ruido mundano) "calla" (tus pensamientos humanos) y "reposa" (haz silencio corporal), lo que está haciendo es invitarnos a un silencio total que nos permita adorar con calidad a nuestro Dios.
En las Sagradas Escrituras tenemos algunos ejemplos de este silencio contemplativo. (Cf. Lc 10, 28-43) María de Betania, cuando se pone a los pies de Jesús no habla, no pide, no explica, ni siquiera pregunta… sólo escucha.
Entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
¡Ni siquiera se da cuenta de lo que pasa a su alrededor! Ella ha recibido un gran regalo, un silencio profundo que es como esas conchas en cuyo interior se forman las más hermosas perlas. Cuando su hermana intenta romper ese silencio. Jesús sale a defenderla:
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»
El mismo Jesús nos da ejemplo de silencio, especialmente en las horas de su agonía. Cuando sufre los escarnios y las burlas de la pasión. Cuando es interrogado por Herodes, el Evangelio nos dice "Jesús callaba". ¡Cómo ha impresionado este silencio a las almas contemplativas! Jesús va como un cordero, inocente, dócil y silencioso a entregarse en sacrificio en la cruz.
Así Luis de Trelles:
"Jesús se calla, y, sin embargo, escuchad bien en el fondo de vuestras almas este penetrante y vencedor silencio, que conmovió el corazón de Pedro y lo cambió en dos manantiales de lágrimas. Puro, silencioso, sencillo en el altar, inmolado para la salvación del pueblo, Jesús es un cumplimiento tan perfecto del misterio que figuraba el cordero de la antigua ley " (LS, TX p.254)
O Santa Teresa de Calcuta:
“Necesitamos encontrar a Dios, y no lo podemos encontrar en el ruido y la inquietud. Dios es amigo del silencio. Observa cómo la naturaleza –los árboles, las flores, la hierba– crece en silencio; observa las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio... Necesitamos el silencio para poder tocar las almas.”
¿Qué es lo que más te distrae en la oración? ¿Cómo podemos hacer mayor silencio durante el día para orar mejor por la noche? ¿Has tenido alguna vez una experiencia de tiempo prolongado de silencio?