ENCUENTROS CON CRISTO EUCARISTÍA
IV.- La Santa Misa.- El sacrificio de la Eucaristía
Cristo, que nos “ama hasta el fin”, se ofrece en sacrificio por nosotros.
“El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: ‘Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros` y ‘Esta copa es la nueva Alianza de mi sangre, que será derramada por vosotros` (Lc 22. 19-20). En la Eucaristía, Cristo ofrece por nosotros el mismo cuerpo que entregó en la cruz, y la misma sangre que ´derramó por muchos para remisión de los pecados`” (Mt 26, 28) (Catecismo, n. 1365).
En estas palabras de la Consagración queda bien de manifiesto una verdad que no debemos olvidar nunca: que la Eucaristía es un sacrificio. Cristo muere para obtener de Dios Padre el perdón de nuestros pecados. Y así nos da a conocer el inmenso y misericordioso amor que Dios Padre nos tiene: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo Unigénito” (Juan 3, 16).
“La Eucaristía es un sacrificio porque re-presenta (hace presente) el sacrificio de la Cruz, porque es su memorial y aplica su fruto” (Catecismo n. 1366).
En la Institución de la Eucaristía, y como fruto de ese Amor, Cristo anuncia ya su Resurrección “para la remisión de los pecados”, que lleva consigo la “remisión de la muerte”, ultimo enemigo que ha de vencer, y que es fruto del pecado. El pecado no quedaría vencido del todo, si no quedara derrotada la muerte para siempre.
El sacrificio de la Misa pone delante de nuestros ojos la Cruz de Cristo, y nos recuerda que la Cruz pertenece al misterio divino de la salvación. La Cruz es la manifestación de ese “amor hasta el fin”, que Cristo vivió entregándose por nosotros, libre y voluntariamente.
En la Misa, Cristo nos invita a unirnos a su Cruz, para redimir con Él, y gozar ya aquí en la tierra de un adelanto de la Resurrección; de la misma Resurrección. El seguimiento de Cristo viviendo la Misa es participación en su Cruz, es unión con su Amor. Por eso, viviendo la Misa, nuestra vida se transforma: morimos en la Cruz al pecado; y vivimos en la Eucaristía, la Resurrección, la derrota de la muerte.
En la Eucaristía nace el hombre nuevo, creado según Dios. Quien omite la Cruz, quien abandona la Misa, olvida la esencia del cristianismo, la raíz más honda de nuestra vida con Cristo, de nuestra unión con Dios. No descubrirá la luz de la Resurrección que vence a la muerte, porque no habrá muerto en la Cruz al pecado.
Después de lo que hemos reflexionado, nos podemos preguntar: Si la Eucaristía es un sacrificio, ¿se repite en el Altar el sacrificio del Calvario?
No. En el Altar se vive sacramentalmente el mismo sacrificio. Se hace “presente” el mismo sacrificio, que no se puede repetir, porque Cristo murió por nosotros una vez, y para siempre. El sacrificio del Calvario y el sacrificio de la Eucaristía, son el único y el mismo sacrificio. Así nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: “En este divino sacrificio que se realiza en la Misa, el mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo una vez de manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta” (n. 1367).
Cristo se sacrificó en la cruz “para redimirnos de nuestros pecados”. En la Resurrección nos redimió de la muerte, consecuencia del pecado. En la Santa Misa, el Señor presenta cada día a Dios Padre el mismo sacrificio de la cruz, y la victoria de la Resurrección, “para que todos alcancemos la salvación”, y podamos gozar eternamente de su gloria en el Cielo.
Cuestionario.-
-¿Somos conscientes de que en la Misa Cristo ofrece su muerte en la Cruz, por la redención de nuestros pecados?
-En la Cruz, Cristo nos manifiesta el Amor que nos tiene Dios Padre. ¿Damos gracias a Cristo por ese Amor?
-Descubrimos muchas veces la cruz en nuestras vidas. ¿Sabemos que si vivimos esa cruz con Cristo en la Misa, viviremos también con Él, la resurrección?
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