Reflexiones sobre la Fe.- X.- Creo en la Santa Iglesia Católica (I).
Los católicos hablamos de la Iglesia, de nuestra Madre la Iglesia, rezamos por la Iglesia, nos preocupamos de los problemas que pueden surgir en la Iglesia, ayudamos con nuestros bienes a la Iglesia para que lleve a cabo su misión en todo el mundo. ¿Sabemos bien qué es la Iglesia?
“Con el término «Iglesia» se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra, para constituir la asamblea de todos aquellos que, por la fe y el Bautismo, han sido hechos hijos de Dios, miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo”. (Compendio del Catecismo de la Iglesia, n. 147).
“Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido “por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Concilio Vaticano II, Const. Lumen Gentium, n. 4).
Fundada por las palabras y las acciones de Jesucristo, la Iglesia fue realizada, sobre todo, mediante su muerte redentora y su Resurrección. Más tarde, se manifestó como misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Al final de los tiempos, alcanzará su consumación como asamblea celestial de todos los redimidos.
“La Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días (…). La Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro: La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos” (Benedicto XVI, homilía en el comienzo del Pontificado, 24-IV-2005).
¿Cuál es la misión de la Iglesia? ¿Para qué ha fundado Cristo la Iglesia?
La misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios -que no es de este mundo- inaugurado por Jesucristo. La Iglesia es el germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación. La Iglesia ha de anunciar la verdad sobre Jesucristo el Hijo de Dios hecho hombre, hasta el fin de los tiempos. A la vez, ha de custodiar toda la Verdad sobre Cristo –depósito de la Fe- y ha de cuidar transmitir la vida de Cristo, los Sacramentos. Para que todos los seres humanos puedan salvarse, vivir eternamente en el Cielo.
Desde los comienzos se ha llamado a la Iglesia con diversos apelativos; de manera especial se han mantenido a lo largo de los siglos tres nombres ya clásicos: Pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, templo del Espíritu Santo
La Iglesia es pueblo de Dios porque Él quiso santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sino constituyéndolos en un solo pueblo, reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los católicos formamos parte de este pueblo mediante la fe en Cristo y el Bautismo, que no da la condición de hijos de Dios en Cristo Jesús. La cabeza de este pueblo es Jesucristo; su ley es el mandamiento nuevo del amor –“que os améis los unos a los otros como Yo os he amado”-, y su misión es la de ser sal de la tierra y luz del mundo anunciando la llegada del Reino de Dios a la Tierra.
Como pueblo de Dios los cristianos participamos del oficio sacerdotal de Cristo, y con Él ofrecemos sacrificios espirituales; participamos también de su oficio profético cuando damos testimonio de la Fe; y participamos de su función regia con el servicio, imitando a Jesucristo, sirviendo a todos especiamente a los pobres y a los que sufren.
íntimamente a sus fieles. Los creyentes en Cristo se unen a Él, sobre todo en la Eucaristía, y están unidos entre sí en la caridad.
Cristo «es la Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 18). La Iglesia vive de Él, en Él y por Él. Cristo y la Iglesia forman el «Cristo total» (San Agustín); «la Cabeza y los miembros, como si fueran una sola persona mística» (Santo Tomás de Aquino).
La Iglesia es llamada templo del Espíritu Santo porque el Espíritu vive en la Iglesia: en su Cabeza y en sus miembros. El Espíritu Santo es además Quien edifica la Iglesia en la caridad con la Palabra de Dios, los sacramentos, y todas las gracias.
Podemos decir en verdad que en la Iglesia, viviendo los Sacramentos, el hombre nace a Cristo, vive con Cristo y en Cristo se desarrolla y crece. Y a la vez, participa con todos los cristianos y con todos los hombres la vida de Cristo, en la caridad. Y se descubre como “familia de Dios”.
Cuestionario.
- ¿Soy consciente de que Cristo vive en mí, y de que yo vivo “con Cristo, por Cristo, en Cristo?
- ¿Me acuerdo de rezar, muy especialmente en la Santa Misa, por el Papa, y por todos los Obispos de la Iglesia?
- ¿En mi oración ante la Eucaristía, me doy cuenta de que es el Espíritu Santo Quien me ayuda a llamar a Dios Padre? |