MANUAL, pág. XXXI - V. Adorado sea el Santísimo Sacramento…
PASIÓN – MUERTE – RESURRECCIÓN
Iniciamos abril con el Triduo Pascual donde celebramos y contemplamos el Misterio central de nuestra fe, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que actualizamos en cada Eucaristía, y descansemos en la “anchura de su Corazón” para que seamos testigos de su amor redentor.
“Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron”.” (Juan 19,36-37).
“Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados” (1 Pedro 2,24).
San Manuel González, “Obras Completas” 1258, nos enseña el silencio de Jesús tanto en la Pasión como en el Sagrario, animándonos al mismo con la contemplación: “La negación de la palabra Silencio del Sagrario, ¡qué misteriosamente elocuente eres! ¡Cómo azotas y abofeteas la locuacidad de mi vanidad y de mi orgullo!
Jesús, la Palabra eterna y subsistente de Dios, la Palabra que es espíritu y vida, la Palabra que nos hace libres, la Palabra reveladora de Dios, de sus misterios y de las maravillas de su reino, (…) ese Jesús se ha impuesto silencio al quedarse a vivir en el Sagrario, y ¡silencio perpetuo, sin excepciones ni de tiempo, ni de personas, ni de ocasiones! De noche y de día, con los buenos y con los malos, en los triunfos y en las derrotas, Jesús sacramentado permanece mudo…
El único signo que se ha reservado para hacerse entender de los hombres es la tenue e insegura luz de la lámpara de aceite, como diciéndoles: aquí estoy…
Después de eso, no dice nada más.
¡Qué misterios y qué abismos de misterios abre y descubre cada una de esas negaciones! ¿verdad?”
El Papa, San Juan Pablo II, el 21/07/1985, nos exhorta a penetrar en los sentimientos del Corazón del Redentor: “En el sacrificio del Calvario el corazón del Redentor no fue aniquilado con el fuego del sufrimiento. Aunque humanamente muerto, como constató el centurión romano cuando traspasó el costado de Cristo con la lanza, en la economía divina de la salvación este Corazón quedó vivo, como manifestó la Resurrección.
He aquí el Corazón vivo del Redentor resucitado y glorificado, lleno de bondad y amor: infinita y sobreabundantemente lleno. El rebosar el corazón humano alcanza en Cristo la medida divina.
Deseamos hablar al Corazón del Hijo mediante el Corazón de la Madre. ¿Qué puede haber más bello que el coloquio de estos dos corazones? Queremos participar en él”.
Para poder descubrir la misericordia del Corazón de Jesús por los pecadores, hoy tan urgente, nos dice en “Dives in misericordia”, san Juan Pablo II: “Los acontecimientos del Viernes Santo y, aún antes, la oración en Getsemaní, introducen en todo el curso de la revelación del amor y de la misericordia, en la misión mesiánica de Cristo, un cambio fundamental. El que «pasó haciendo el bien y sanando», «curando toda clase de dolencias y enfermedades», él mismo parece merecer misericordia y apelarse a la misericordia cuando es arrestado, ultrajado, condenado, flagelado, coronado de espinas; cuando es clavado en la cruz y expira entre terribles tormentos. Es entonces cuando merece de modo particular la misericordia de los hombres, a quienes ha hecho el bien, y no la recibe. Incluso aquellos que están más cercanos a Él, no saben protegerlo y arrancarlo de las manos de los opresores. En esta etapa final de la función mesiánica se cumplen en Cristo las palabras pronunciadas por los profetas, sobre todo Isaías, acerca del Siervo de Yahvé: «por sus llagas hemos sido curados».
En momentos de sequedad interior ante el Señor nos vienen en ayuda las palabras de Santa Margarita M.ª: “Cuando no podáis hacer nada en la oración, contentaos con ofrecer la que por nosotros hace el divino Salvador en el Santísimo Sacramento del Altar, ofreciendo sus llamas para reparar nuestras tibiezas”.
Promesa del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª: no olvidemos que fue un primer viernes la muerte de Nuestro Señor, donde nos abrió el costado y no se cerrará jamás: “Concederé a todos los que comulguen los “nueve primeros viernes de mes seguidos” la gracia de la penitencia final. No morirán en mi desgracia, ni sin recibir los sacramentos. Mi Corazón será su asilo seguro en sus últimos momentos”
PREGUNTAS