MANUAL, pág. XXXI - V. Adorado sea el Santísimo Sacramento…
Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús Sacramentado y reposar en su Corazón y en el de San José, como mutuamente descansaron el uno en el otro.
SAN JOSÉ
La Palabra de Dios nos dice de San José: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mt. 1,20-21).
“José, levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise” (Mt. 2,13).
“Mis delicias están con los hijos de los hombres.” (Proverbios 8,31).
Que San José nos enseñe a acoger a María y a su Hijo y a adorarlo y llevarlo adonde Él quiera ir, de la mano de José que como primer adorador en la noche de Belén, nos hará crecer en intimidad eucarística.
Nos enseña el Abad de San José de Clairval en “Id a José”: “Los dos discípulos de Emaús se sintieron abrasados en el amor divino en poco tiempo de conversación con Jesús, ¡qué llamas ardientes de santa caridad debieron iluminar el corazón de José después de conversar durante treinta años con Jesucristo, después de oír las palabras de vida eterna que salían de su boca, y observar los maravillosos ejemplos de humildad, paciencia y obediencia que le daba mostrándose tan diligente en ayudarle en todos sus trabajos y servirle en todas las necesidades del hogar!
El corazón de José no estaba dividido, porque el amor que tenía a su Esposa le colmaba de amor divino todavía más. Así sin lugar a dudas, José, mientras vivió con Jesucristo, acrecentó sus méritos y su santidad hasta tal punto que podemos ciertamente decir que sobrepasó los méritos de todos los otros santos.
La familiaridad, el respeto y la dignidad muy elevada con que Cristo colmó a San José durante su vida terrena, como un hijo a su padre, no se los retiró en el cielo; más bien se los completó y llevó al grado más alto.
Acordaos de nosotros bienaventurado José, interceded por nosotros mediante la ayuda de vuestra oración junto a Aquel que fue considerado como vuestro hijo; al mismo tiempo, hacednos propicia a la bienaventurada Virgen, vuestra esposa y Reina de los cielos, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo reinan en lo infinito por los siglos de los siglos (San Bernardino de Siena).”
Las preciosas palabras de San Juan Pablo II en REDEMPTORIS CUSTOS - del 15/08/1989, muy actuales para nosotros, adoradores: “27. La comunión de vida entre José y Jesús nos lleva todavía a considerar el misterio de la encarnación precisamente bajo el aspecto de la humanidad de Cristo, instrumento eficaz de la divinidad en orden a la santificación de los hombres: «En virtud de la divinidad, las acciones humanas de Cristo fueron salvíficas para nosotros, produciendo en nosotros la gracia tanto por razón del mérito, como por una cierta eficacia.
Aún hoy tenemos muchos motivos para orar con las mismas palabras de León XIII: «Aleja de nosotros, oh Padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios... Asístenos propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas ...; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad». Aún hoy existen suficientes motivos para encomendar a todos los hombres a san José.
32. Deseo vivamente que el presente recuerdo de la figura de san José renueve también en nosotros la intensidad de la oración que hace un siglo mi Predecesor recomendó dirigirle. Esta plegaria y la misma figura de José adquieren una renovada actualidad para la Iglesia de nuestro tiempo, en relación con el nuevo Milenio cristiano.
Que san José obtenga para la Iglesia y para el mundo, así como para cada uno de nosotros, la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
San José vivió en su vida lo que nos dice “La Imitación de Cristo” Libro 2, 8: “Cuando Jesús está presente todo es bueno y no parece cosa difícil; más cuando está ausente, todo es duro. Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo podrá dañarte.”
Promesas del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada. Pondré paz en sus familias”. Promesa que se vivió en el hogar de Nazaret de José, María y Jesús.
PREGUNTAS: