Apocalipsis 7,9 “Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos”.
San Juan Pablo II, 5 de noviembre de 1989: “La muerte forma parte de la condición humana: es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiana, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna. Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirige para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como “vive en Cristo”, así no puede menos que “morir en Cristo”. Significa cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús; en aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es mas grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (1 Jn 3,20).
La Virgen estuvo junto a la cruz de su Hijo; como madre está al lado de sus hijos moribundos, Ella que, con el sacrifico de su corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (Lumen Gentium, 53) está al lado de ellos, presencia compasiva y materna, para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria”.
Así vivía Teresa del Niño Jesús la Comunión de los Santos, “Cuaderno amarillo” 15.7.5: “Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una procesión; no tenía cerillas, pero al ver la lamparilla que arde ante las reliquias, se acercó. ¡Ay, la encontró medio apagada, no quedaba más que un débil destello sobre la mecha carbonizada! No obstante, consiguió encender su vela, y con la suya fueron encendidas todas las de la comunidad. Fue, pues, aquella lamparilla medio apagada la que produjo aquellas hermosas llamas, las cuales, a su vez, hubieran podido producir infinitas otras, y hasta incendiar el universo. Sin embargo, siempre se debería a la lamparilla la causa primera del incendio. ¿Cómo podrían las hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante incendio, cuando ellas mismas recibieron el fuego de la centellica?...
Pasa lo mismo con la comunión de los santos. Con frecuencia, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos se deben a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen los unos a los otros la gracia mediante la oración, a fin de que en el cielo se amen con gran amor, con un amor mucho más grande aún que el de la familia, aunque se trate de la familia más ideal de la tierra. ¡Cuántas veces he pensado si no podría yo deber todas las gracias que he recibido a las oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a quien no conoceré más que en el cielo!
Sí, una centellica podrá hacer brotar grandes lumbreras en toda la Iglesia, como los doctores y los mártires, que estarán, sin duda, muy por encima de ella en el cielo. ¿Pero quién podría afirmar que la gloria de aquellos no se convertirá en la suya propia?
En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona”.
San Manuel González. Obras Completas 1085 “Padres, madres, hermanos, hermanas y amigos buenos, cuando lloréis los extravíos que acusan la presencia del demonio en el alma de vuestros seres queridos sabed que el Jesús callado del Sagrario tiene poder sobre todos los demonios y espera vuestra oración”.
Imitación de Cristo L.1, 23,4: ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea le halle Dios en la muerte!
La Senda Eucarística, p. 268,271,291: “La comunión de los santos se deriva, no sólo por consecuencia lógica del dogma de que la santa Iglesia es un cuerpo místico cuya Cabeza es Cristo y que así como los miembros se unen a la cabeza, así estos viven de Cristo so pena de ser un sarmiento sin jugo de la vid espiritual, porque la vid es Cristo como dice el Evangelio; sino que también los miembros forman entre sí una sola organización de nuestras afinidades que concurren a crear una especie de atmósfera que se exhala de los actos y méritos de todos los individuos de las tres iglesias, triunfante, purgante y militante, siendo la base fundamental de aquella creencia la comunión sacramental”.
Promesas del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: Amemos a este único amor de nuestras almas, porque Él nos amó primero, y todavía nos ama con tanto ardor que se consume de continuo en el Santísimo Sacramento.
Preguntas: