La Eucaristía, vida y salvación del mundo
MANUAL, pág. XXXI – V. Adorado sea el Santísimo Sacramento…
“Yo soy el pan vivo, […], es mi carne la vida del mundo” (Jn. 6,51)
Con estas palabras Jesús, en Cafarnaúm, da el remedio para un mundo, que sufre los desequilibrios relacionados con otro desequilibrio más fundamental, que tiene las raíces en el corazón del hombre. En cada adoración contemplamos sin cesar el amor de Dios, manifestado de forma sublime y particular en el Calvario, sacrificio que se hace sacramentalmente presente en cada Eucaristía, en la que “ofrecemos su Cuerpo y su Sangre, sacrificio agradable a ti y salvación del mundo” (Plegaria IV). “Del amorosísimo Jesús proceden todos los sacramentos, y especialmente el mayor de ellos, el sacramento del amor, por el cual Jesús ha querido ser el compañero de nuestra vida, el alimento de nuestra alma, sacrificio de un valor infinito” (San Alfonso M.ª Ligorio).
La adoración al Corazón eucarístico de Jesús cura nuestra conciencia, nos purifica, nos ilumina y nos une. En Él encontramos la fuerza para la vida espiritual y para la salvación del mundo; esforcémonos para que el hombre de hoy, con la mentalidad y sensibilidad que le son propios, descubra en Él la verdadera respuesta a sus preguntas» (Juan Pablo II) .
Su presencia eucarística entre nosotros, garantizada hasta su segunda venida, nos debe animar a buscar continuamente los “frutos de la redención”, para que “no se pierda nada de lo que el Padre le ha dado” (Jn.6,39). Frutos que nos asimila en la unidad de corazones con Él y en la Trinidad y realiza la unidad entre todos los hombres, fundada en Aquel que hace nuevas todas las cosas, el Único que tiene palabras de vida eterna.
Unidad, que se incrementa cada día con vínculos de caridad, Jesús se nos da en el banquete pascual de tal forma, que es Jesús el que nos comulga y, si no ponemos impedimentos, nos irá haciendo un corazón como el suyo, siendo artífices de la unidad entre todos los hombres, no fundados en lazos de amor carnal, de amor humano, sino de Dios, que nos ha amado primero.
Cristo prenda de vida eterna, nos convertirá en testigos de la primacía de los bienes eternos sobre los temporales y materiales, dando a todas las cosas el justo valor que el mismo Señor les ha dado, al ponerlas al servicio del hombre. Testigos de la bienaventuranza eterna. Como dice san Benito: “No antepongamos nada al amor de Cristo”.
La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana, ya que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo; la Iglesia por la Eucaristía da la vida al mundo. El buscar por nuestra parte otros cauces al margen del Corazón Eucarístico de Jesús, sería olvidar las palabras del primer Papa, “Señor, ¿A quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
En cada Eucaristía, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva, anticipamos la vida eterna y se fortalecen las virtudes y los dones del Espíritu Santo, para ver todo a través del Corazón de Jesús, como lo manifestaba santa Teresa del Niño Jesús: “Todo pecado tiene su perdón, y poderoso es Dios para dar conciencia aun a las personas que no la tienen” (Carta 13 de agosto de 1893 a Celina).
No es casual que la pequeña Doctora, sea patrona de las misiones y de la Red mundial de oración del Papa; su afán de salvar todas las almas, la encontró siempre en Jesús en el sagrario; por ello sus enseñanzas nos son tan saludables a los adoradores para que con Ella tengamos ansias redentoras de la salvación del mundo.
Pocos años antes de la santa de Lisieux, lo expresaba nuestro fundador, el Venerable Luis de Trelles: “Es la Eucaristía, señores, la obra maestra de Dios, centro augusto de los Sacramentos, por los cuales se nos comunica la virtud de la Redención; renovación incesante del Sacrificio del Calvario; abismo insondable del amor de Dios, donde reside la fuente misma de todas las gracias; continuación y multiplicación de la presencia de Dios hecho hombre en este valle de destierro; glorificación terrestre de la naturaleza y de la humanidad; perfeccionamiento supremo de la vida sobrenatural; corazón de la Iglesia; foco de su fecundidad, de su vida y de su unidad, la más espléndida de las manifestaciones del amor divino, el más estupendo de los milagros de su omnipotencia, resumen y compendio de todas las maravillas del Señor: Todo esto es por y para los hombres, exclusivamente para ellos: no hizo igual por otro linaje, ni por alguna jerarquía angélica (La Lámpara del Santuario, Tomo 21, 1889 - pág. 24).
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre, el Alfa y la Omega; cuando no lo ponemos en el centro de TODO, fácilmente olvidamos la misión que hemos recibido como adoradores y olvidamos su palabra: “Sin Mí no podéis hacer nada”. La Virgen Madre y su esposo san José, que nos lo dan en Belén, nos concedan darlo para la salvación del mundo.
PEGUNTAS:
¿Vio en cada Eucaristía, las ansias redentoras del Corazón de Cristo?
¿Reafirmo mi esperanza en las Palabras y promesas de Jesús?
¿Cultivo el espíritu misionero y reparador, como Santa Teresa del Niño Jesús?
¿Conozco y rezo por las intenciones mensuales que nos pide el Papa?