Sínodo - Misión
La común unión con Jesucristo en su Iglesia nos lleva a participar de la misma vida divina de la Santísima Trinidad.
Nos ha hecho un reino y sacerdotes, y de esa comunión y participación, nos manda a la misión, “Id al mundo entero y anunciad el Evangelio a toda criatura”. Los envió de dos en dos a ser testigos de lo que habían visto, oído y hacerlo vida con la fuerza del Espíritu Santo.
Los Santos, muchedumbre inmensa que nadie podía contar, han realizado con su vida y enseñanzas la misión de Jesucristo, como nos dice el Concilio Vaticano II, haciendo de la Eucaristía su centro en el crecimiento de la Iglesia “la Iglesia, o Reino de Cristo presente ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios”, respondiendo a la pregunta ¿Cómo crece?, añade: “Cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado se realiza la obra de nuestra redención y la unidad de los creyentes que forman un solo cuerpo en Cristo”.
En la Eucaristía recibimos la fuerza espiritual necesaria para cumplir nuestra misión de bautizados, por lo que intentar anunciar la Buena Nueva sin la presencia de la Eucaristía, celebrada, adorada y recibida, es un acto de infidelidad a Cristo y a la Iglesia, lo opuesto a la sinodalidad.
Cuando más nos dejemos ser Eucaristía, mejor mostramos el tesoro inestimable de Cristo al mundo, de tal forma que al estar con Él, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Nos recuerda santa Margarita M.ª lo que le manifestaba el Corazón de Jesús: “Quiero que tu corazón sea para Mí un refugio en que pueda retirarme y tomar un poco de reposo cuando los pecadores me persiguen y me echan de sus corazones”. Realizando la unión de corazones, que el mundo necesita.
Misión que vivió nuestro fundador el Venerable Luis de Trelles; tras su conversión se dio cuenta de que para alcanzar la regeneración moral de la sociedad, había que buscarla desde los medios de la fe, la piedad y la catequesis; en ese proceso reflexivo, Trelles, se transforma en un hombre renovado que busca en su interior un nuevo ideal y se propone impetrar a Jesucristo, desde la Eucaristía, el remedio de tantos males, de ayer y hoy de la sociedad “líquida”, La Lámpara del Santuario 1890, p.335: “Vemos tan claro, como la luz del mediodía, que tal es nuestra vocación como Adoradores: Orar, meditar, expiar, satisfacer y reparar, interceder y compensar los ultrajes que recibe el Augusto Sacramento”.
De su vida eucarística brotará la misión concretada en las Conferencias de San Vicente de Paul, el abogado de los Pobres, periodista, diputado, el canje de prisioneros, adelantándose al derecho internacional, y cómo no, las obras eucaristías, para hombres y mujeres, animadas con la Lámpara del Santuario: así es considerado “Apóstol de la Eucaristía”.
Trelles vive la misión de dar a conocer a Jesucristo, como lo dice la hija de un santo adorador, Teresa del Niño Jesús: “Sólo tenemos que hacer una cosa durante la noche, la única noche de la vida, que no vendrá más que una vez: amar, amar a Jesús con todas las fuerzas de nuestro corazón y salvarle almas para que sea amado”.
Contemplemos la misión en san José, como nos insiste el Papa Francisco, su común unión familiar con su esposa y con su Niño, colaborando directamente en la obra redentora de Jesucristo. Misión confiada por el Padre sobre su Hijo y la madre de su Hijo, su esposa.
Misión de José, que muestra la ternura y el cariño del Padre hacia sus hijos: esa misma ternura y cariño debemos mostrar como adoradores con el Señor sacramentado y con los hermanos: José nos enseñará.
Misión en obediencia al plan de Dios en su vida, haciendo de su propia historia una aceptación gozosa de dicho plan, acogiendo a su esposa y a su niño. Misión que le lleva a salir de sí mismo, de su casa, de su tierra, para proteger al Hijo de Dios, alimentarlo con su trabajo cotidiano de la carpintería, colaborando en la misión corredentora con el Hijo del carpintero, enseñándole el oficio en el taller de Nazaret.
Como adoradores nocturnos debemos acercarnos a Jesús, para descansar mutuamente en su Corazón y ser fieles al don y la misión que nos ha transmitido el Venerable Trelles, donde el silencio de José, bajo cuya sombra creció, en estatura, sabiduría y gracia el Hijo de Dios; tenemos que pedirle a San José amar, gustar y practicar el silencio ante su Hijo, (Fuge… Tace… Quiesce…), (Huye, Calla, Descansa), como lo hizo Jesús en los brazos de José.
Adorar, cuidar, vivir la redención en la Eucaristía, como José y Luis de Trelles, llevarla a las personas para que conozcan la misión del Padre en Cristo para sus vidas, y desde cada encuentro nocturno, ser lámpara que alumbre en medio de las tinieblas de este mundo; les pedimos al Venerable y a san José la fidelidad en la misión, como ellos la vivieron, lo hacemos con la oración del Papa Francisco: Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti, Dios confió a su Hijo, en ti, María depositó su confianza, contigo, Cristo se forjó como hombre. Para ser adoradores de noche y testigos de día.
PREGUNTAS
¿Aprovecho el don de la misión de ser y vivir la adoración nocturna?
¿Cómo vivo mis silencios ante el Santísimo, en unión de San José y Luis de Trelles?
¿Busco en la Eucaristía la fuerza renovadora para la misión evangelizadora que lleva?