«SE VOLVIERON POR OTRO CAMINO» (Mt 2, 12)
Los Magos habían venido de Oriente a Jerusalén.
De Jerusalén a Belén habían caminado de Norte a Sur.
Y les había pedido Herodes que, una vez hallado el Niño, volvieran por Jerusalén para informarle. Pero ellos, cuando hubieron adorado al Niño, y después de obsequiarle con sus dones, «avisados en sueños que no regresaran donde Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino».
No volvieron por Jerusalén.
Los Magos hicieron lo que tenían que hacer.
Pero la frase es absolutamente valedera en otra línea.
La venida de Cristo impone a los hombres cambiar de ruta. La humanidad se había extraviado.
Los caminos, inventados por los hombres para ir a Dios, a pesar de la buena intención que presidió su ingeniería, se perdían en el páramo sin fin que nos separa del Infinito.
Y para colmo, el pecado conducía en dirección contraria a Dios. El cristianismo es una invitación a dar marcha atrás.
Llama a la conversión, a la media vuelta.
-Ibais de espaldas a Dios. Volveos de cara a EI. Enderezad el rumbo. Abandonad definitivamente los caminos seguidos hasta aquí.
Ese Niño, que acaba de nacer y ante el cual se han postrado los Magos, dirá de Sí mismo, cuando sea mayor, que Él es el Camino (Jn 14, 6).
Lo es porque nos enseña el camino de Dios en verdad (Mt 22, 16) y con autoridad (Mt 7, 29).
Lo es porque con su ejemplo va delante. Con sus pisadas abre vereda nueva. Nunca mejor dicho aquello del poeta: «Se hace camino al andar.» Por eso pudo decir: «Ejemplo os he dado: para que también vosotros hagáis lo que Yo he hecho con vosotros» (Jn 13, 15). Y pudo atreverse a pedir que, «como Yo os he amado, así os améis también los unos a los otros» (Jn 3, 34 y 15, 12).
Lo es porque sólo Él nos proporciona provisiones para e! viaje. Hasta ahora el único camino por el que los hombres podían dirigirse a Dios eran los Mandamientos de su Ley. Pero la Ley, que enseñaba el camino, por sí sola no daba la gracia para andar por él. «La Ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1 , 17). Jesús no se contentó con ponernos en camino, sabía que, abandonados a nuestras fuerzas, «no podemos caminar con hambre bajo el sol».
Lo dijo expresamente antes de multiplicar los panes: «No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino» (Mt 15, 32). Y se quedó en la Eucaristía como viático, no, sólo para el último tramo, sino para todo el recorrido.
Lo es, sobre todo, en Si mismo. Como Dios y Hombre a la vez, es obligado Puente que une las dos orillas. Lo dijo Él: «Nadie va al Padre, sino por Mí» (Jn 14, 16).
Verdaderamente hay «un camino nuevo y vivo inaugurado por Él» como asegura el autor de la Carta a los Hebreos 10,20.
Después de la Nochebuena ya no valen las calzadas antiguas, hechas por la ingeniería de los hombres.
Y ya no necesitamos pedir a Dios como el salmista:
«Enséñame tus caminos y muéstrame tus sendas» (Sal 25, 4).
Se imagina uno a Isaías que, señalando los tiempos mesiánicos, oyó gritar:
«Ese es el camino. Id por él» (Is 30, 20).
Ante la cuna de este Niño, que ha nacido en Belén está el Kilómetro cero para el único Camino que lleva a Dios.
Aparcad, mortales, donde podáis vuestros presuntuosos medios de transporte.
Olvidad vuestros caminos extraviados.
No sigáis el itinerario que propuso Herodes.
Como los Magos, todos tenemos que volver por otro camino. Y el Camino eres Tú, Señor Jesús.
CUESTIONARIO
. ¿Tengo claro que todo mi quehacer es seguir las pisadas de Jesús?
· ¿Son sus criterios la linterna que ilumina mis pisadas?
. ¿Le tengo, para todos los efectos, por mi único mediador ante el Padre?
|