ENCUENTROS CON CRISTO EUCARISTÍA
VI.- La Santa Misa. –“Signo de unidad, vínculo de amor”
Ya hemos recordado estas dos características de la Eucaristía Sacramento: signo de unidad y vínculo de amor. Y la Eucaristía es “unidad y amor”, porque: “Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1369).
¿Qué quiere decir esta afirmación del Catecismo?
Aunque sólo las personas que acompañan en el templo al sacerdote están presentes físicamente en la celebración de la Eucaristía, por la comunión de los santos, unidos en el Espíritu Santo, todos los fieles de la Iglesia esparcidos en los cinco continentes participan en la Eucaristía que se celebra en un lugar.
De manera muy especial, todos los fieles que vivimos la Eucaristía entramos en comunión con el Santo Padre: “Encargado del ministerio de Pedro, el Papa es asociado a toda celebración de la Eucaristía en la que es nombrado como signo y servidor de la unidad de la Iglesia universal” (n. 1369). Y al mencionar el nombre de Benedicto XVI, elevamos nuestra oración a Dios para que le llene de Espíritu Santo, y pueda así servir con toda su alma la misión que Cristo confió a san Pedro: fortalecer en la Fe a todos los cristianos.
Como ya hemos recordado, además de la Iglesia que vive en la tierra, también la que ya goza de Dios en el Cielo participa en la Eucaristía. “A la ofrenda de Cristo se unen, no sólo los miembros que están todavía aquí abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo. La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella, así como de todos los santos y santas” (Catecismo, n. 1370).
Y no sólo los santos. En este acto de “adoración, de reparación, de acción de gracias y de petición”, que lleva a cabo Cristo sobre el altar –y que nosotros vivimos con Él-, participan también los fieles difuntos que esperan la última purificación para poder entrar en el cielo. Todos se benefician, de algún modo, de la riqueza infinita de gracias que es la Santa Misa. “El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos, que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados” (Catecismo n. 1371).
Esta oración por los difuntos tiene lugar en todas las Misas, y no solamente en las que se celebran con la particular intención de interceder por el alma de un difunto determinado. En la Plegaria Eucarística Tercera rezamos así a Dios Padre: “A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria”.
La Santa Misa es una verdadera comunión de todos los fieles con Cristo Nuestro Señor. Y no sólo para ofrecer a Dios Padre el sacrificio de su vida, pasión y muerte, para la “redención de los pecados”; sino también, para gozar ya aquí en la tierra con Cristo del gozo de su Resurrección, y comenzar ya la comunión de amor que la Trinidad Beatísima, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, desea vivir con todos los fieles, con todos los hombres, por toda la eternidad.
La Santísima Virgen, San José y todos los santos y santas, se unen a nosotros desde el Cielo en esta acción de alabanza y reconocimiento a Dios Padre. Y, si se lo pedimos, nos ayudarán a vivir siempre con más devoción el Misterio de la Eucaristía; descubrir su grandeza y no cesaremos de dar gracias a Cristo Nuestro Señor por invitarnos a celebrarla con Él.
Cuestionario
- ¿Dentro de las peticiones que dirigimos a Dios durante la Misa, ¿tiene una parte especial la que hacemos por la persona e intenciones del Papa, y de los Obispos fieles al Papa?
- Nos acordamos de las necesidades de la Iglesia, en todos los países del mundo, especialmente en los que los católicos son perseguidos, discriminados, expulsados?
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