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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2011

 

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LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA.

El Bautismo (III)


    Si el Bautismo es necesario para la salvación, ¿qué ocurre con quienes no reciben o no pueden recibir el Bautismo?

    Los Adoradores Eucarísticos hemos de ser un punto de referencia, entre nuestros familiares, amigos y conocidos, de la Fe en Cristo. Por esa razón hemos de tener presente los caminos que la Iglesia ha establecido para facilitar que cualquier persona pueda ser bautizada, por el deseo de sus padres, si es infante, o por decisión personal, si ya es mayor de edad.

    En peligro de muerte, cualquier persona puede bautizar.

    “En caso de necesidad cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la intención requerida, puede bautizar. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar, y emplear la fórmula bautismal trinitaria (“Yo…te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1256).

    Además del bautismo sacramental, la Iglesia considera que otros dos tipos de bautismo abren al alma las puertas de la Gracia.

    “Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este bautismo de sangre como el deseo del bautismo, produce los frutos del bautismo sin ser sacramento”

    Este bautismo lo reciben quienes se unen a los cristianos que sufren martirio, movidos por su ejemplo. Y mueren con ellos afirmando la misma Fe.

    Unido a este bautismo de sangre la Iglesia reconoce dos modos del bautismo de deseo: el primero se refiere a quienes se están ya preparando para recibir el bautismo: “A los catecúmenos que mueren antes de su bautismo, el deseo explícito de recibir el bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento”.

    El segundo caso tiene una aplicación que se refiere a todos los hombres y manifiesta claramente la universalidad de la salvación que Cristo nos ha alcanzado:

    “Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios, según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el bautismo si hubiesen conocido su necesidad”.

    Quizá algunos de nosotros hemos sabido de niños que se han muerto apenas nacidos, y no han recibido el bautismo. Para estas situaciones –sea por descuido de los padres o por enfermedades imprevistas que han precipitado la muerte o por retrasos innecesarios- hemos de recordar la doctrina de la Iglesia para que sepamos consolar a los padres que han sufrido esa desgracia de manera involuntaria, y sufren pensando en la situación de sus hijos en la vida eterna:

    “En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños (…) nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por eso es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del Santo Bautismo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1261)

    Y terminamos esta reflexión recordando la doctrina común en la Iglesia de que a todos los niños víctimas del aborto en el seno de sus madres, los acoge la Misericordia de Dios en el Cielo.

Cuestionario

- ¿Recibimos con alegría la llegada de un nuevo hijo, de un nuevo nieto? ¿Nos damos cuenta de que es, verdaderamente, un regalo de Dios a la familia?

- ¿Rezamos alguna vez en los momentos de adoración, pidiendo a Dios que se deje de asesinar a los niños en el seno de sus madres?

- ¿Nos acordamos de vez en cuando de nuestro propio bautismo, y damos gracias a Dios de todo corazón por haber recibido la Fe?