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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2012

 

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Reflexiones sobre la Fe. II


    La fe ilumina la inteligencia abriéndola a la luz de la verdad revelada, y haciéndola capaz de vislumbrar los misterios de la vida de Dios. Con la gracia  recibida  en el Bautismo como don gratuito de Dios, nuestra inteligencia comienza a vislumbrar los rayos de luz de la Verdad, de Dios.

    “El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos” (Catecismo, 156).

    A través de los actos de fe,  en los que manifestamos el deseo de dejarnos inundar más y más por esa luz de Dios, la virtud de la fe se convierte en un hábito de nuestro pensar que amplía paulatinamente los límites de nuestra razón –sin confundir los planos- y nos ayuda a penetrar en la realidad de Dios que Cristo nos ofrece en su propia vida: revelación del Padre, de la vida intratrinitaria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

    “Un solo Dios en tres Personas distintas”; es la primera gran afirmación de nuestra fe.

    “Dios es significa además: todos nosotros somos sus criaturas. Somos criaturas queridas por Él y destinadas a la eternidad. El hombre proviene del amor creador de Dios” (Ratzinger, El Dios de Jesucristo).

    “Para el cristiano, nos recuerda el Catecismo, creer en Dios es inseparable de creer en Áquel que Él ha enviado, su Hijo amado, en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1, 11)”. Dios nos ha dicho que le escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: ‘Creed en Dios, creed también en mí’ (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne (cf. n. 151).

    “No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque “nadie puede decir: “Jesús es Señor” sino bajo la acción del Espíritu Santo”. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios” (cf. n. 152).

    La revelación de Dios, Uno y Trino, se ha ido desvelando a través de los tiempos. Dios envió a los profetas para que anunciaran su Nombre al pueblo de Israel.  “Yo soy el que soy”, dijo Dios a Moisés en el Sinaí.

    “La revelación del Nombre inefable “Yo soy el que soy” contiene la verdad que sólo Dios ES. Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer. Él sólo es su ser mismo y es por sí mismo todo lo que es” (Catecismo, cf. n. 213).

    Con Jesucristo y en Jesucristo, Dios desveló al hombre sus más hondos misterios; y de manera muy particular, nos hizo comprender –en la medida en que los seres humanos podemos llegar a comprenderlo- la realidad de que “Dios es Amor”.

    “Dios es amor” (Jn 4, 8. 16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo; Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él” (Catecismo, cf. n. 221).

Cuestionario

-   Al hacer la señal de la cruz, ¿renuevo mi fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?

-   ¿Soy consciente, al comenzar la Santa Misa, que se va a celebrar en el nombre del Padre, del Hijo y del        Espíritu Santo?

-   ¿Nos damos cuenta de que el Amor de Dios Padre nos crea; el Amor de Dios Hijo  nos redime; el Amor de        Dios Espíritu Santo nos santifica?