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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2012

 

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Reflexiones sobre la Fe.- I.


    La fe es la "virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la misma verdad" (Catecismo, 1814).

    El Papa nos invita este año a reflexionar sobre la Fe. Sobre la fe, como acto que realizamos desde lo más hondo de nuestra alma, y sobre las verdades que la Santa Iglesia nos propone, porque las ha recibido de Dios,  para que las creamos.

    Muchos santos, al final de su vida, piden al Señor que les aumente la fe. ¿Han dejado de creer? ¿Han encontrado obstáculos insuperables para seguir creyendo? No. Han descubierto, sencillamente, que el camino de crecer en la fe no se acaba nunca: porque la ésta va abriendo nuestra inteligencia al misterio de Dios, Uno y Trino, que supera todos los límites de la capacidad de conocer por nuestra razón. Y a la vez, ésta es capaz de reconocer que las verdades que admite por fe, no son irracionales.

    El camino “empieza en el Bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en Él”.

    En estas reflexiones no podremos considerar todas las verdades que confesamos y con todos los detalles que serían necesarios. Detendremos nuestra atención en las verdades básicas, que Benedicto XVI resume con estas palabras:

    “Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es Amor: el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor” (La puerta de la Fe, 1).

    “El justo vive de la fe”, nos recuerda el apóstol san Pablo. Y es algo que no debemos olvidar en estas reflexiones. Nuestra inteligencia se enriquece con la luz de la fe, y así podremos llegar a ver toda nuestra existencia, personal, profesional, familiar, pública, con los ojos de Dios, en relación con Dios.
¿Qué es la fe?

    “La fe es, ante todo, un adhesión personal del hombre a Dios; es, al mismo tiempo, un asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana” (Catecismo, 150).

    “En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia” (Catecismo, 155)

    “La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. Para dar esta respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad” (Catecismo, 153).

    Podemos decir que la fe es un acto libre, que el hombre lleva a cabo, movido por una luz interior que le da el Espíritu Santo. Dios no nos impone la fe: nos ilumina, sale a nuestro encuentro, cuando buscamos la Verdad.

    El Señor ya nos lo dijo: “Me hago el encontradizo con quienes me buscan”.

    La fe, por tanto, es la respuesta más plena que el hombre da a Dios. Y es una respuesta libre, racional, confiada, que manifiesta siempre un gran amor a Dios, que nos da la gracia de creer.

   María es la primera criatura que vivió plenamente la fe, en Dios Padre, en Dios Hijo, en Dios Espíritu Santo.  “Bienaventurada tú, que has creído”, dijo de ella su prima Santa Isabel. Y María es testimonio vivo de la Resurrección de Cristo, y en cada encuentro con los creyentes, transmite a cada uno de nosotros la alegría de Dios, con las mismas palabras con que ella la vivió: “bienaventurado tú, que crees”.

Cuestionario

-  ¿Agradezco a Dios, con humildad y de todo corazón, ser creyente, ser católico?

-  ¿Tengo confianza en Dios, sabiendo que es mi padre, y padre amoroso, para rogarle que me “aumente la fe” cada día?

-  Cuando rezo, ¿soy consciente de que Dios espera una palabra mía personal, la palabra de un hijo, nunca de un extraño?