Adorar y Dar Gracias
DEO GRATIAS
La Creación es un beneficio inexplicable a no ser por el amor: la Conservación, la Redención, la Gracia Divina, los Sacramentos, son otros tantos beneficios derivados de la bondad de Dios. ¿Cómo recompensarlos? Imposible. ¿Cómo agradecerlos? Imposible también; porque todos aquellos dones supremos tienen un valor infinito que no admite, en lo humano, equivalencia ni precio. Pues bien, el Señor, que es rico en misericordia, nos otorgó este favor también de darnos un medio sobre excelente de agradecer, ofreciéndonos en la sagrada Hostia una acción de gracias, no sólo adecuada, sino perfectamente digna de aquellas mercedes, así como del generoso Autor de ellas y de infinito aprovechamiento además para los mismos que han recibido los beneficios. (L.S. Tomo. V, 1874, págs.121-123)
La Adoración de hoy y de siempre tiene un profundo sentido de acción de gracias. Celebrar y adorar la Eucaristía es dar gracias de la forma más perfecta que se puede concebir. Uno más de tantos regalos, después de crearnos, conservarnos, redimirnos, divinizarnos… Dios nos regala la eucaristía además para que le podamos dar gracias por todo lo anterior.
Si la Adoración es continuación de lo que se celebra en la Santa Misa, el hecho de postrarnos en silencio ante Jesús en la Custodia debería ser una acción de gracias por todos los beneficios, que mes tras mes, recibimos de la bondad de Dios. Además, dicen que quien agradece, ensancha su corazón para recibir nuevos beneficios. No nos olivemos nunca de dar gracias a Dios por todo, no esperemos a perder tal o cual cosa para darnos cuenta de que es un regalo.
El Catecismo nos enseña que “La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza. (CEC 2637) Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. (CEC 2638)
Adoremos pues al Señor con un profundo agradecimiento en nuestros corazones, uniéndonos a la acción de gracias que Cristo ofrece al Padre. Velemos en esta noche ante el Santísimo como nos invita la Escritura: “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2). Tomemos ejemplo de aquel leproso samaritano:
(Lc 17, 11-19) Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
Hoy, de alguna manera, también nosotros hemos venido al encuentro del Señor, él pasa por nuestros pueblos, por nuestras ciudades, cada día en la Eucaristía, y nosotros, que algo sabemos ya de su fama nos acercamos, con nuestras lepras y pecados, y un poco como a distancia le decimos ¡ten compasión de nosotros!
Es hermosa esta oración para repetirla ante el Santísimo. En el fondo, nuestro turno es semejante a ese grupo de leprosos, que un poco a distancia, eleva la voz para suplicar al Señor… ¡ten compasión de nosotros!
Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
Y Jesús desde la custodia, nos indica, los sacerdotes. ¡Son sus ministros! Cuanto, bien recibido por sus manos, en el sacramento de la Confesión, en la Unción de Enfermos. Las manos del sacerdote son las manos de Cristo que sanan heridas y enfermedades, materiales y espirituales. No una, sino muchas veces hemos salido confortados de hablar con los sacerdotes de Dios, demos gracias hoy también por todos los sacerdotes que Él ha puesto en nuestra vida. Por el que me bautizó, por el que me dio por primera vez la comunión…
Cuando recibimos un beneficio ¡hay que dar gracias a Dios! De todos aquellos leprosos, sólo uno volvió. Y cuando se encontró de nuevo con Jesús, se postró y adorándolo, le dio las gracias. Dos actitudes en íntima unión: acción de gracias y adoración. Aquel leproso hoy puedes ser tú. Imítalo.
Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
Es de bien nacidos ser agradecidos. Gracias es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. Jesús se molesta de que no se muestren agradecido los otros nueve. No tanto por él, sino porque sabe que el bien de ellos está en reconocer los beneficios recibidos. Y le da pena que no se den cuenta de quién les ha sanado… Señor, ¡que nunca sea yo ingrato! Por todos los que no te dan las gracias yo hoy te digo: gracias, gracias, gracias.
Santa Bernardette, la vidente de las apariciones de Lourdes, poco antes de morir hizo una oración de acción de gracias muy digna de ser meditada.
Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio… te doy gracias, Jesús. Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyremale… No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas; por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio…, te doy las gracias, Madre. Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias. Te doy las gracias porque, si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses elegido (…) Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste… te doy las gracias, Jesús.(Bernardette Soubirous, Testamento Espiritual)
Impresionante grado de agradecimiento. Cuando no sólo agradecemos lo bueno, sino incluso las cosas malas que nos han hecho reconocer nuestra pequeñez y acercarnos más a la Misericordia Divina.
¿Hay algo en mi vida por lo que me cueste dar gracias a Dios?
¿He sentido alguna vez que Jesús me da las gracias por algo?
¿Alguna vez me ha molestado no recibir una muestra de gratitud?