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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2007

 

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DICHOSOS VOSOTROS CUANDO OS INSULTEN Y OS PERSIGAN Y OS CALUMNIEN

    "Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt 5,11-12). Jesús apostilla la última bienaventuranza "Dichosos los perseguidos por causa de la justicia" con esta otra. Se parece a otras palabras suyas en el ,mismo evangelista: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego eterno el alma y el cuerpo... Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo" (Mt 10, 24.28.32-33).

    La Iglesia se rige por el programa de las bienaventuranzas; el mundo propone un programa de contrabienaventuranzas. La Iglesia habla de pecado, sacrificio, respeto a la vida, amor..., mientras el hombre propone otros ideales más a ras de tierra. Como el bien desencadena las iras del mal, el discípulo que enseña esta doctrina tendrá que enfrentarse a los que la niegan. Ya le sucedió al Maestro, y el consuelo del discípulo es saber que el Maestro también fue perseguido.

    Jesús repite una y otra vez "no temáis", "no tengáis miedo". ¿Cuáles son nuestros temores? Se teme mucho la enfermedad, la pérdida de empleo, la vida en soledad, la pérdida de la buena reputación, la separación de los seres queridos, y sobre todo se teme la misma muerte. Son temores reales explicables por causas reales. Pero, ¿son nuestros únicos temores? ¿Son los más importantes? Jesús enseña que hay otros temores que, sin embargo, en nuestra evaluación apenas cuentan para nada. Estos temores son, por ejemplo, no tomar la vida ni el Evangelio en serio, ni poner en nuestras acciones más amor. Eso es lo que debemos temer.

    La pérdida de la vida no significa por sí misma solidaridad con el mal. El miedo ha de consistir en no vivir como se debe, o no confesar la fe, o no adherirse a la obra salvadora. Más que temer perder lo que tenemos, deberíamos temer no conseguir lo que nos falta si entre ello incluimos la posesión de Dios. Jesús reclama de los suyos un testimonio valiente, expuestos a que nos insulten, nos persigan o calumnien, aunque ello ponga a prueba la integridad corporal. No es suficiente ser buenos; hay que parecerlo también porque este testimonio es vehículo de gracia para los demás.

    Quien dé testimonio tiene asegurada la defensa de Cristo ante el Padre. Al cobarde no lo defenderá, no por malo, sino por cobarde. Aparentar ser bueno puede comprobarse en la práctica más costoso que serlo realmente: el mal tiene estas incongruencias. Confesar a Cristo es declararse suyo con la boca y el corazón, con las obras e incluso con el vestido.

    La secularización no afecta en nuestros días sólo a los criterios, llega también a disimular en todo la condición de discípulo para "no llamar la atención". Pero es precisamente llamando de alguna manera la atención como se debe confesar a Cristo y dar testimonio de él. No llamar la atención puede ser signo de dimisión y cobardía, de sentir vergüenza de Cristo.

    Aquello que suceda en el momento de la persecución se repetirá en el momento del juicio: los discípulos que hayan sabido dar testimonio de Jesús ante los hombres escucharán el testimonio de Jesús en favor suyo ante Dios, pero aquellos que hayan sucumbido al miedo y le hayan negado se encontrarán con que también Jesús los negará delante de Dios.

    Los discípulos muestran una confianza inquebrantable en Dios, a quien reconocen e invocan como Padre. La certeza de ser hijos de Dios es lo que en última instancia fundamenta la misión encomendada, y hace que ésta no se detenga ante las dificulta- des. Si el Padre cuida hasta de los pájaros más insignificantes, ¿cómo no va a ocuparse de sus hijos queridos, que anuncian la buena noticia?

Cuestionario

  1. ¿Qué significa que el adorador nocturno de la Eucaristía es contemplativo de noche y apóstol de día? ¿En qué se manifiestan ambas cosas?
  2. ¿Cuáles son mis temores, mis miedos?