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Adoración Nocturna Española

 

Adorado sea el Santísimo Sacramento   

 Ave María Purísima  

 

 

2007

 

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DICHOSOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ

    "Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios" (Mt 5,9). "Dichosos los artesanos de la paz". "Dichosos los que construyen la paz". Se puede decir que el pacífico, sólo con serlo ya está construyendo la paz, y no puede hacer la paz entre los hombres el que no ha empezado a conseguirla dentro de sí mismo. No obstante los avances técnicos de la sociedad moderna, la necesidad de la paz, paz entre las naciones, paz entre las clases sociales, paz entre los individuos, no es menos imperiosa que cuando hace veinte siglos la proclamó Jesús de Nazaret.

    "No he venido a traer paz, sino la espada" y a enfrentar "padre contra hijo e hijo contra el padre; madre contra hija e hija contra madre", dijo Jesús. Más de una vez los pacificadores, para hacer la verdadera paz, han tenido que enfrentarse, incluso violentamente, con los hombres y con las situaciones que han consolidado la injusticia. Pero sin olvidar la preferencia que la Iglesia, a semejanza de su maestro, muestra por la evolución en vez de la revolución, y por los medios pacíficos sobre los violentos. Y los que se ven obligados a recurrir a la violencia lo hacen con el dolor íntimo y el desgarro del corazón.

    El poder es un peligro para la verdadera paz y una tentación para los hombres por el riesgo de endiosamiento que conlleva, sobre todo cuando se ejerce no sobre la naturaleza o el mundo de las cosas, sino sobre los demás hombres. Fue la tercera tentación de Jesús, cuando el diablo mostrándole todos los reinos de este mundo, le dijo: todo esto te daré si de hinojos me adorares. Jesús venció la tentación, pero no se puede decir que los hombres la hayan vencido, ni siquiera la propia Iglesia de Cristo. ¿Cómo lograr que los investidos de autoridad no sean arrastrados por la natural tendencia absorbente del poder? No hay más solución que la de Jesús: "el que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros se haga vuestro esclavo", puesto que "el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir".

    La paz es obra de la justicia, y el poder es el medio privilegiado de hacer la justicia. Sin embargo, no hay justicia ni poder legítimos sin amor, y el amor desborda tanto la justicia como el poder, llegando hasta donde ellos no llegan. El amor es la forma suprema de realizar esta bienaventuranza: "Dichosos los que trabajan por la paz", como todas las demás, pues todas desembocan en el amor y en el amor se encuentran. Hacer la paz es por eso comprender que los seres humanos se realizan en la medida en que se entregan a los demás, y en cambio, se empobrecen y secan interiormente cuanto más se miran a sí mismos.

    Es oponer al "¿soy yo el guardián de mi hermano?", el convencimiento de que todos somos responsables de todos. Es preocuparse por los nuevos "leprosos" de las sociedades opulentas y por los "leprosos" de siempre de las sociedades del tercer mundo. Es entender la convivencia no como la simple tolerancia entre unos y otros, sino como el esfuerzo de todos por entender las razones de los demás, viéndolas como el complemento de las propias y todas ellas como manifestaciones parciales de la verdad que las abarca a todas.

    Hacer la paz es, dicho con palabras imperecederas del apóstol, servir sin envidia, buscando el interés de los otros y no el propio; es no irritarse, excusarlo todo, creerlo todo, esperar y soportar todo; es no conceder nada al espíritu de partido ni a la vanagloria; preocuparse exclusivamente por lo verdadero, noble, justo, puro, amable y bueno; es revestirse de sentimientos de tierna compasión benevolencia, humildad, dulzura y paciencia, y perdonarnos mutuamente, como el Señor nos ha perdonado; es evitar las querellas de palabras y hacerse, por el contrario, acogedores para todos, guardando siempre la ponderación.

    Las bienaventuranzas son un revulsivo, la negación de todo lo que el mundo afirma, la afirmación de todo lo que el mundo niega, la inversión de todas las ideas y valores acostumbrados, y, por añadidura, la exigencia de que cada uno se ponga a realizarlas con todas sus fuerzas, por pocas que estas sean.

Cuestionario

  1. Ser hombre de paz, artesano de la paz, constructor de la paz... ¿Soy yo así, o por el contrario me enfado en seguida?
  2. ¿Cuáles son las cualidades que resaltaría para ser hombre de paz?