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Adoración Nocturna Española

 

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Temas de reflexión

Abril

Eucaristía y Doctrina Social de la Iglesia

La persona humana y sus derechos (4).

La persona humana.

            La persona humana es el centro de la Doctrina Social de la Iglesia. Cada ser humano se nos presenta, desde nuestra fe, como obra singular de Dios. Cada uno merece todo el Amor de Dios, porque así Él lo ha querido. Toda vida humana es un don de Dios y es de Dios, impronta de su ser, que se ha de descubrir con sagrado respeto. La creación de Adán y de Eva (a su “imagen y semejanza” Gn 1, 26-27) lo anunció, la Encarnación lo hace patente y la Resurrección lo declara universalmente.

            El ser humano tiene por ello una vocación religiosa (“nos hiciste Señor para ti” san Agustín) y una esencial dimensión social (“no es bueno que el hombre esté solo” Gn 2, 18), el papa Benedicto XVI en Deus Charitas est define al ser humano como “hecho para amar y ser amado”. Nadie puede, desde la fe cristiana, considerar a otro ser humano como una propiedad, un utensilio o un mero número o peón de un tablero económico, político o individual. Nadie es dueño de otro ser humano, sólo Dios, y Él nos respeta, como nos ha creado, como a personas.

            Esta dignidad personal viene del acto creador que consagra, desde su inicio, toda vida humana (decía el santo papa Juan XXIII: “en el origen de toda vida humana hay tres amores, el de un padre, el de una madre y el de Dios” y añadimos, éste último es el que nunca falta). Este es un dato clave de nuestra fe bíblica. Los mismos padres que procuran el advenimiento de una nueva vida no son dueños de ella, su deseo depende para realizarse de una acción creadora de Dios, sólo Dios es Dios, los padres humanos son sus “vicarios” (actúan en su nombre) para cuidar y educar esa vida humana; y la Sociedad, mediante las Instituciones, es una ayuda subsidiaria prestada a los padres (para llegar donde ellos no puedan llegar).

            Ni siquiera el propio “yo” del ser humano es “dueño de sí” de un modo absoluto. Somos usufructuarios (con derecho al uso) de nuestra propia vida e identidad. Nos aceptamos y nos conocemos a nosotros mismos desde nuestra relación esencial con Dios y a partir de relaciones con nuestros semejantes y nuestro hábitat (el mundo en el que vivimos).

            Desde aquí la Doctrina social de la Iglesia estudia las múltiples dimensiones de la persona, su trascendencia, su libertad, su igual dignidad respecto a otras personas, su sociabilidad, sin perder nunca de vista su peculiaridad que radica en la unidad en su ser de las dimensiones que denominamos normalmente “cuerpo” y “alma”.

Los derechos humanos.

            Una peculiar atención merecen los que solemos llamar “derechos humanos” o derechos propios de la persona humana, hoy en una evolución sorprendente, que corre el riesgo de convertirlos en una caprichosa colección de concesiones que nos hacen quienes controlan la “ingeniería social”; que mientras hablan mucho de libertad, imponen el pensamiento único y disponen de medios para ello, que ningún tirano de tiempos pasados soñó  manejar. Separados los derechos de su fundamento natural (anterior a la ley y al Estado), se confunde “derecho” con “deseos” y esta lógica se aplica tanto a los individuos como a los pueblos; y la presunta lista de derechos individuales o de derechos de los pueblos varía constantemente conforme a las modas y, quien sabe, si a la “propaganda”. La Iglesia sigue viendo en la persona creada a imagen y semejanza de Dios la base de sus derechos y, a partir de la esencial dimensión social del la persona humana, la raíz de los derechos de los pueblos.

 

Implicaciones en la espiritualidad eucarística.

            La Eucaristía celebrada, comulgada y adorada cumple una permanente misión de proclamar el Proyecto de Dios, su Misterio. Ella actúa como escuela de vida eterna y nos ayuda a comprendernos como personas humanas e hijos de Dios, en relación con él, con nuestros hermanos y con la naturaleza. Una revelación constante de la verdad sobre el ser humano, su grandeza, sus límites y su misión. Una escuela de vida , fundamental.
Siempre se ha dicho que el momento de las comidas familiares o en grupo es un momento privilegiado para educar e iniciar en los valores y virtudes de esa familia o comunidad. No es casualidad que nuestro Señor haya dejado como su memorial un sacramento celebrado en torno a la mesa. Dios nos sienta a su mesa. Nos hace sentirnos hermanos a los que comemos un mismo pan y nos envía tras cada comida a buscar a nuevos hermanos que también tienen un sitio reservado.

            Una vez más la Eucaristía se nos presenta como un reto y una tarea, tras ofrecérsenos como don, una tarea que habla del amor del padre por cada hijo, singularmente los pródigos o los descartados. Cuánto se puede aprender sobre el ser humano, su dignidad y verdad, así como sobre sus derechos, ante el Misterio de la Eucaristía.

 

Preguntas para la reflexión y el diálogo en grupo:

          ¿He leído y hecho oración alguna vez con las oraciones de los formularios del Misal Romano de la Misas por diversas necesidades? En ellas se encuentran en forma orante muchos importantes datos de la Doctrina Social de la Iglesia.

          El participar en la santa Misa a diario o, al menos los domingos y mis vigilias de adoración ¿me sirven para comprender la radical necesidad de todo ser humano de relacionarse con Dios, como Padre, y con sus hermanos los hombres?

          Mi comprensión de la persona humana y sus derechos, ¿se alimenta de la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia? ¿Es un saber que aplico en mi vida?  ¿Qué postura tomo ante la manipulación genética, el aborto, los malos tratos y la violencia doméstica, el tráfico de personas, las nuevas formas de esclavitud o la pornografía?