El Santo Rosario
“El mes de octubre está dedicado al Santo Rosario, singular oración contemplativa con la que, guiados por la Madre celestial del Señor, fijamos nuestra mirada en el rostro del Redentor, para ser configurados con su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria” (Benedicto XVII, 5-X-2007)
“El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
“El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la Cristología. (…) En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor”(Juan Pablo II. Rosarium Virginis Mariae, n. 1).
Estas líneas del comienzo de la Carta Apostólica Rosario de la Virgen María, nos pueden servir de guía para nuestra meditación ante el Santísimo Sacramento en este mes de octubre. En compañía de la Virgen, y dirigiéndole las mismas palabras con las que le acogió su prima Santa Isabel, vamos contemplando la vida de su Hijo Jesucristo. Y la contemplamos, pidiéndole a Santa María que nos enseñe a ver a Jesús con la mirada con la que Ella le contempló desde el nacimiento en Belén hasta su muerte en el Gólgota; con los ojos con los que Ella goza ahora ya de la visión eterna del rostro de Dios.
“El rezo del Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación” (Josemaría Escrivá, Santo Rosario).
De fe, porque al contemplar los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, reafirmamos nuestra fe en la humanidad santísima de Cristo que queda muy bien resumida, y muy bien expresada, en los veinte misterios que hoy componen el Santo Rosario: su infancia, el comienzo de su vida pública, su pasión y muerte; su resurrección y gloria en compañía del Espíritu Santo y la exaltación de la Virgen María.
De esperanza, porque de la mano de la Virgen estamos siempre unidos al amor de Dios, en todas las situaciones de nuestra vida cristiana: “Rosario bendito de María, dulce cadena que nos vuelve a unir con Dios, vínculo de amor que nos unes a los ángeles. Torre de salvación en los asaltos del infierno. Nosotros no te dejaremos jamás. Para ti será el último beso de la vida que se apaga. Y el último acento de nuestros labios será tu nombre suave, oh Reina del Rosario, Madre nuestra querida, Refugio de pecadores. Seas bendita en todas partes, hoy y siempre” (Juan Pablo II, 8-V-1983).
De caridad, porque con Ella aprendemos a amar como Cristo nos amó, y podremos vivir el “mandamiento nuevo”. Comentando la visitación de María a su prima santa Isabel, señala Benedicto XVI: “¿Qué impulsó a María, una joven, a afrontar aquel viaje? Sobre todo, ¿qué la llevó a olvidarse de sí misma, para pasar los tres primeros meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está escrita en un salmo: “Corro por el camino de tus mandamientos (Señor), pues tú mi corazón dilatas” (Sal 118, 32). El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, ensanchó su corazón hasta la dimensión del de Dios y la impulsó por la senda de la caridad” (Benedicto XVI, 31-V-2007).
Y en este Año Jubilar de la Misericordia, el rezo del Santo Rosario será una luz que ilumine nuestros corazones para pedir perdón al Señor de nuestros pecados, que nos mueva a acudir al sacramento de la Reconciliación y a alimentarnos de la Eucaristía, en gracia de Dios, y recibirlo “con la pureza, humildad y devoción con que los recibió su Santísima Madre”. Hagamos nuestra, en este año, la sugerencia del Papa Francisco para un mes de mayo:
“Desearía recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Recitando el Avemaría, se nos conduce a contemplar los misterios de Jesús, a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y acciones. Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se recitara el santo rosario o alguna oración a la Virgen María juntos en familia, con los amigos, en la parroquia. La oración que se hace juntos es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad. Aprendamos a rezar más en familia y como familia” (2-V-2013).
Cuestionario
1.- ¿Rezo con frecuencia el Santo Rosario, siguiendo el buen ejemplo que nos han dado tantos Papas y tantos santos y santas?
2.- ¿Animo a amigos, compañeros, familiares, a rezar alguna vez el Santo Rosario en alguna Ermita dedicada a la Santísima Virgen?
3.- ¿Medito en mi interior la escena de la vida de Jesús que contemplamos en cada misterio?